viernes, 26 de febrero de 2010

Deportes, envidia y competitividad

De: http://javibarbastro.blogspot.com/  “A algunos los disfraces no los disfrazan sino que los destapan”. ¿Hay algo mejor que salir una mañana a trotar, a escalar o en bici con los amigos al ritmo del mas lento mientras charlas afablemente?, ¿hay algo mejor que animar y ayudar a alguien a superarse y alegrarse de sus éxitos?. ¿No tiene el mismo mérito en una carrera, la liviana liebre que la gana, que el percherón que queda el último venciéndose a si mismo con un enorme sacrificio físico y psicológico?. ¿No siente parecido el Alpinista que alcanza una gran cumbre, que el senderista que se aventura a vencer sus dudas y recelos y escala su primer tres mil?.
Todo tiene un comienzo; ¿Porque en el mundo deportivo hay personas más preocupadas en desear fatalidades a los otros, que en hacerse bien a sí mismos?.
Siempre hemos creído que la competitividad es el detonante que hace que una persona se supere. Que conocer a otros mejores que tu en cualquier cosa, despierta el deseo de progresar.
Durante estos años de diferentes practicas deportivas, he llegado a la conclusión de que en realidad, la competitividad “mal entendida” provoca envidias, malos modos, criticas e incluso intrigas urbanas. Si destacas en algo, serás juzgado.
La superación, como siempre manifiesto, debe realizarse en relación con nosotros mismos, nuestras propias capacidades y destrezas, sin compararnos con nadie, pues cada uno posee sus propias cualidades o circunstancias, y no son para nada comparables con las de ningún otro.
La superación personal puede alentarse con la admiración, si, pero combinada con una gran proporción de generosidad y humildad. Admirar, no envidiar. Naturalidad y franqueza. La única y verdadera manera de evolucionar en el deporte cuando lo practicamos por verdadero placer. Somos deportista, entusiastas, adictos, devotos, y no fanáticos ni detractores ¡coño!...
La envidia es una manifestación psicológica demasiado común en las practicas deportivas y deberíamos desterrarla ya.
¿Se trata de un sentimiento de frustración ante algún bien, beneficio, superioridad o éxito de otra persona? ¿Por qué?...
¿El envidioso es un resentido o quizás un frustrado?. Sea lo que sea, quiero imaginar que quien actúa así no sabe que lo es y por eso siente consciente o inconscientemente rencor irracional contra otras personas que igual ni conoce, pero poseen algo que él también desea y no puede, o lo mas alarmante “no quiere” o “no se atreve” a realizar... ¿por miedo al fracaso?.
Así, en lugar de apreciar sus propias carencias, aceptarlas, superarlas o resolverlas, desprecia y desdeña. En vez de luchar por sus propios empeños, prefiere de alguna manera destruir la competencia. Experimentar un ansia persistente de destacar, ganar, ser el "más", "el mejor", no es bueno.....y..... no creo que sean felices los que practican deporte con este pesado condicionante.
Sentirte continuamente forzado y afligido por tus propios éxitos, fracasos, o incluso por el de los demás. Vivir en crónica competencia contra el mundo que te rodea, no puede ser bueno. Seguro que todo esto condiciona tu personalidad, tu vida y tu felicidad.
En resumen: cada día la gente se aficiona mas a todo tipo de deporte, y por tanto en el deporte hoy en día, gracias a Dios hay un altísimo porcentaje (cada vez mas) de gente afable, llana, humilde, cómplice y colega (todos conocemos muchos), pero también, por desgracia existen personajes insatisfechos, recelosos e intrigantes (todos conocemos alguno).

Esto se cura concienciándose y resolviendo tus propias carencias, creciendo, madurando, compartiendo. Divirtiéndote. Una persona realmente madura no envidia.
Deporte, envidia y competitividad mal entendida, no deberían caminar juntas, y mucho menos en el deporte amateur.
http://2.bp.blogspot.com/_JoOEJZbIK6Q/S4b5HleTcTI/AAAAAAAABuo/lhGVp8rWy-E/s1600-h/4992.bmp

lunes, 22 de febrero de 2010

El buen inmigrante. Moncho Alpuente

de: http://www.elpais.com/articulo/madrid/buen/inmigrante/elpepiespmad/20100127elpmad_11/Tes/


Los buenos inmigrantes sólo vienen cuando les llaman y se van cuando les dicen que se vayan. Los buenos inmigrantes viven en pisos amplios y bien ventilados con más de 20 metros cuadrados por persona y nunca dejan pernoctar en ellos a otros inmigrantes que no sean familiares en primer grado; si sus cuñados, sus primos o sus amigos tienen que dormir en la calle o hacinarse en pisos patera, qué le vamos a hacer; en todo caso, si uno quiere aspirar al título de inmigrante modelo debe denunciar a los irregulares al Ayuntamiento para que no empañen su buena imagen ni escandalicen con su promiscuidad a los vecinos nativos de su escalera. Los buenos inmigrantes nunca aspirarían a un puesto de trabajo que no hubiera sido rechazado anteriormente por trabajadores españoles. Los buenos inmigrantes aceptarán con entusiasmo los contratos, subcontratos e infracontratos basura, pero nunca trabajarán sin papeles, esos papeles que sólo les darán si han firmado un contrato de trabajo legal. Los buenos inmigrantes nunca formarían guetos en las ciudades de acogida y procurarían reinsertarse en vecindarios locales siempre que contaran con la aprobación de los miembros de la comunidad. Los buenos inmigrantes tratarían por todos los medios de integrarse, abandonando cuanto antes sus costumbres tradicionales y exóticas y absorbiendo la rica cultura del país receptor. Los buenos inmigrantes nunca montarían negocios propios para no competir con los pequeños comerciantes locales, ni locutorios que favorezcan la comunicación o el envío de remesas de dinero a sus familiares, ni tiendas de productos exóticos que les recuerden sus países de origen a los que regresarán calladamente en cuanto finalicen sus compromisos laborales. Los buenos inmigrantes nunca se reunirán en corrillos callejeros para no alarmar a sus vecinos y hacerles sentirse incómodos, saldrán a la calle de uno en uno, o de dos en dos, y sólo cuando sea imprescindible, de ahí la necesidad de que vivan en pisos espaciosos. Los buenos inmigrantes nunca tratarían de empadronarse en lugares donde no son bien recibidos, como Vic o Torrejón de Ardoz. Los buenos inmigrantes...

Pensaba escribir un decálogo de mandamientos para la inmigración y me está saliendo un catecismo, un folleto que, una vez traducido en preguntas y respuestas, seguramente enviaré a Pedro Rollán, alcalde de Torrejón y apasionado redactor de panfletos. Del prólogo y de la financiación podría encargarse la presidenta Aguirre. Aprovecharé el envío del catecismo para sugerirle al insumiso edil una idea más, adaptada de una iniciativa que estudian desde hace algún tiempo algunos nacionalistas catalanes, la del carné de inmigrante por puntos: a más integración, más puntos. Puntos que darían derecho, se supone, a entrar en el sorteo de puestos de trabajo, plazas escolares y entradas para espectáculos de folclor autóctono. Una iniciativa interesante pero insuficiente: el carné autonómico madrileño debería restar puntos, no repartir regalos, que se lo ponen muy fácil. Vivir hacinado, seguir hablando en lengua extranjera o en jerga incomprensible, hacer chapuzas a domicilio hasta que vuelvan los contratos de la construcción o la hostelería, tratar de empadronarse para recibir prestaciones médicas y educativas con visado de turista, vestirse con trajes típicos o celebrar fiestas extrañas... Los pecados del mal inmigrante darían lugar a otro catecismo y carezco de espacio para explayarme, pero creo que la buenísima idea del carné de integración debería beneficiar a otros colectivos, no sólo al de la inmigración. La implantación de un carné de identidad por puntos para todos los ciudadanos serviría para solucionar o al menos paliar algunos problemas de nuestra convivencia. No voy a aburrirles con otro boceto catequístico, así que pasaré a las conclusiones:
La acumulación de pequeños delitos y faltas, al margen de sus consecuencias penales, iría restando los puntos correspondientes. No reciclar las basuras, fumar en lugares no permitidos o escupir en la vía pública serían objeto de sanción, de manera que los reincidentes verían en peligro su propia identidad. Un ciudadano despuntado sería borrado de censos y padrones y despojado de todos esos derechos de los que tanto abusó. No figuraría en las listas del paro, ni tendría derecho a atención médica, prestación social o pensión alguna. Un ciudadano que pierda su carné de identidad por puntos dejará de existir a efectos legales y será condenado al ostracismo de por vida, a no ser que se someta a un duro y prolongado cursillo de reinserción, cuyos contenidos me dispongo a desarrollar. Cuente conmigo, señor Rollán.

domingo, 21 de febrero de 2010

De Vicente Gutierrez.


Es curioso como, de la noche a la mañana, nos sorprenden con una noticia internacional de un país africano del que apenas habíamos oído hablar, pero que ahora resulta que se han producido un genocidio. O ese otro país asiático, de difícil pronunciación, del que ahora hablan como si fuera a haber una guerra civil. Son noticias impactantes, con imágenes duras y crónicas, muchas veces, desatinadas e imprecisas. Pero todos sabemos que, para que ocurra un genocidio, o una guerra civil o cualquier otro acontecimiento que afecte a toda una nación, se deben de dar unos hechos previos que conduzcan a tales extremos. Es como si nos pusieran el final de una película que nunca habíamos visto, podríamos estar viendo una playa llena de cadáveres y seguido el letrero: “The End” (o “Fin”, si es en español). El caso es que, sin conocer la trama de la película, es difícil entender por qué hay tantos muertos en esa playa, qué es lo que ha pasado, quién es esa gente y todas las preguntas que nos quisiéramos hacer sobre ese trágico final. Pues con las noticias que nos ofrecen los medios de comunicación nos conformamos con “ver el final” sin cuestionarnos nada sobre ello, nos quedamos tan anchos y hasta llegamos a hacer comentarios en nuestras tertulias laborales tales como:“¿Has visto la de negros que han matado ayer en ese país…? creo que era por ahí, por África. Es que esa gente está loca…, en cuanto cogen un machete se lían a cortar cabezas sin ton ni son…”.
Para evitar que os asalten con alguna noticia alarmante de Tailandia hemos decidido informaros de los últimos acontecimientos ocurridos en este país y lo que se está gestando en las próximas semanas.

El ex Primer Ministro Thaksin Shinawatra
El pasado sábado 13 de Febrero estallaba una granada en una universidad próxima a la Casa de Gobierno, por suerte, sin víctimas mortales ni heridos. El día siguiente, 14 de Febrero, miembros de la seguridad del Tribunal Supremo encontraban explosivo C4 en el muro próximo al edificio del Tribunal. Ambos hechos confirman las amenazas lanzadas contra el gobierno y la judicatura por parte de los simpatizantes del depuesto Primer Ministro Thaksin Shinawatra. Thaksin se encuentra huido del país para evitar una condena de cárcel por corrupción, mientras su fortuna (unos 1.600 millones de euros) ha sido intervenida por el Tribunal Anticorrupción para su investigación. El veredicto sobre dicha fortuna será emitido el próximo 26 de Febrero.
Estos hechos han movilizado al grupo de simpatizantes de Thaksin, conocidos por los “camisas rojas” (no por motivos ideológicos, sino porque el color de Thaksin es el rojo, ya que nació en domingo. En Tailandia, a cada día de la semana la corresponde un color distinto). Este grupo es conocido por sus siglas en inglés UDD (Unidad por la Democracia y en contra de la Dictadura) y tiene una gran fuerza en la zona Norte y Noreste (Issan) de Tailandia, que son las zonas más pobres y, a la vez, más pobladas del país. Desde este grupo se había amenazado con atacar distintos edificios gubernamentales y judiciales si se procedía con la confiscación de la fortuna de su carismático líder, Thaksin Shinawatra.
Los dirigentes del UDD pretenden reunir 1 millón de personas en Bangkok para presionar al gobierno y al Tribunal Supremo. Cifra excesiva, dado que en anteriores concentraciones del UDD nunca han logrado llegar a las 100.000 personas y, además, hay que tener en cuenta que desde el 14 de Octubre de 1973, donde estudiantes de todo el país salieron a las calles en Bangkok para protestar contra la dictadura militar, nunca más se ha vuelto a movilizar tal número de gente.
Lo cierto es que los hechos acaecidos este pasado fin de semana demuestran que las amenazas eran ciertas y que en los próximos días habrá que seguir de cerca cómo transcurren los acontecimientos.

viernes, 19 de febrero de 2010

La mina como escuela

http://www.fronterad.com/?q=node/779&page=0,2&pagina=1




Hacia las seis de la tarde, la montaña empieza a escupir hombres azules. Salen de las bocaminas, rebozados de polvo de estaño, levantan la cara hacia la luz y enseguida la agachan, deslumbrados. Caminan cabizbajos, sin quitarse el casco, arrastrando las botas por la gravilla, en silencio. Diez mil mineros bajan como hormigas por las laderas del Cerro Rico hacia la ciudad de Potosí.
       En un pedregal a 4.300 metros de altitud, en la caseta de adobe donde vive con su familia, Abigaíl Canaviri Canaviri se calza el casco, la lámpara frontal y las botas de goma. Esta niña de 14 años espera a que salgan los mineros para entrar a trabajar toda la noche bajo tierra.
       El Cerro Rico es un montañón despellejado, destripado y desmochado. Esta pirámide rosácea, de la que manan hemorragias minerales por seiscientas heridas, alcanzaba los 5.200 metros de altitud cuando llegaron los colonos españoles y ha menguado hasta los 4.700. Durante cinco siglos la han perforado, socavado, dinamitado y triturado, le han roído noventa kilómetros de túneles, pozos y ramificaciones en las entrañas, quizá doscientos, quizá quinientos kilómetros. Le arrancaron quince mil toneladas de plata pura, quizá treinta, quizá cincuenta mil toneladas; hoy le siguen sacando tres millones de kilos de rocas al día para obtener estaño, cinc y plata. La montaña es un cascarón mineral cada vez más hueco, las laderas se derrumban aquí y allá, y los potosinos temen el día del colapso final, el hundimiento apocalíptico que culmine la historia del Cerro Rico: en sus entrañas yacen los huesos, o el polvo de los huesos, de docenas de miles de mineros. La montaña que devora hombres, la llaman.
       Los supervivientes de hoy bajan caminando o apiñados en camiones a la ciudad, extendida en una meseta a 4.000 metros, con las iglesias alzando torres barrocas en medio de un oleaje de luz blanca, del mar de destellos que el sol arranca a los tejados de calamina del cinturón de chabolas, del esplendor de la miseria que inunda Potosí al atardecer.
       Y a las ocho, cuando ya van saliendo los últimos hombres azules, Abigaíl entra por una bocamina angosta. Da pasos cortos, siempre pisando los raíles de las vagonetas para no hundirse en el fango anaranjado, en ese puré de metales y aguas fétidas, estirando el brazo derecho para palpar metro a metro la roca viva, agachándose cada poco para no golpearse con las vigas podridas que todavía apuntalan la galería pero ya resquebrajan el ánimo. Así camina por los bronquios del Cerro Rico, respirando un miasma caliente, pegajoso, saturado de sílice, asbesto y arsénico, abriendo en la oscuridad una cuña de luz con la lámpara de su casco.

Avanzar “como lagarto”
En el fondo del túnel, a 1.500 metros de la superficie, le esperan las rocas arrancadas por los mineros durante el día. A veces con la ayuda de su madre, casi siempre ella sola, amontona las piedras en una vagoneta y la empuja por los raíles hacia el exterior. La carga ronda los trescientos o los cuatrocientos kilos. “Cuando empecé con 12 años, se me hacía muy pesado”, explica. “Ahora ya me voy acostumbrando. Pero siempre es muy cansado. Hace calor. Y a veces tengo miedo”. 
       Abigaíl tiene miedo de que se le voltee el carro, cuando se lanza en los tramos cuesta abajo y ella intenta retenerlo. Tiene miedo de los lugares tan estrechos en los que apenas hay sitio para la vagoneta y ella tiene que agacharse, empujar y avanzar “como lagarto”. Miedo de los dolores en la espalda y los brazos. De la silicosis: un médico le dijo que debe dejar la mina para que no le ocurra como a su papá, que por la noches reventaba en un terremoto de toses, un derrumbe de alveolos, una sacudida de costillas que lo doblaba en dos. Su papá escupía pedazos de pulmón sanguinolentos. Y murió ahogado cuando ella tenía 8 años. Abigaíl también teme que algún minero borracho la viole: dos amigas suyas de 12 y 13 años ya han tenido bebés por este motivo. Pero le empuja otro miedo mayor: el miedo al hambre. “Hace pocos días murió un bebé en Pailaviri porque no tenía qué comer”, dice. Y piensa en su hermano de cuatro años.
       Durante el día, entre los trabajadores de este submundo también pueden verse adolescentes: golpean la peña con mazo y cincel, horadan la galería con barrenas, insertan cartuchos de dinamita, incluso ayudan a los perforistas, que taladran la pared con martillos neumáticos en medio de un zumbido atronador y una polvareda tóxica que ciega y asfixia. Los chavales más pequeños reptan por túneles minúsculos, donde no cabe un adulto. Meten la cabeza en el hoyo, pasan los hombros y se tumban con el pecho sobre la roca. Reptan apoyándose sobre los antebrazos, arrastrando la perforadora con la mano, acercándose metro a metro hacia una cavidad ardiente. La temperatura suele superar los sesenta o setenta grados. Tienen diez minutos para excavar un poco más el hueco, enroscarse sobre sí mismos, girar y regresar arrastrándose al encuentro de sus compañeros y del aire fresco.
       Durante la noche, la mina está desierta. En la oscuridad sólo resuena el chapoteo de las botas de Abigaíl. Puede que en alguna galería lejana un juku rasque rocas. Los jukus(búhos, en quechua) son ladronzuelos nocturnos, casi siempre jóvenes, que excavan túneles clandestinos para llegar a las vetas y robar mineral. Si los atrapan los mineros adultos, es probable que salgan con la cara hinchada, algún diente de menos y varios huesos rotos.
       Abigaíl tarda dos horas en caminar hasta el fondo de la galería y sacar una vagoneta cargada. Repite la operación seis o siete veces. Comienza a las ocho de la noche y no suele terminar hasta las ocho o diez de la mañana. Por ese trabajo de doce o catorce horas nocturnas, la cooperativa de mineros le pagaba veinte pesos diarios (dos euros), cuatro veces menos de lo que cobra un adulto por la misma tarea. Pero desde hace varios meses Abigaíl trabaja gratis. Sus minúsculas ganancias se las restan a la deuda de 2.000 euros que le cargaron a su madre viuda.
       La historia de doña Margarita, la madre de Abigaíl, es la de tantas viudas de mineros: al morir el marido y quedarse sin ingresos, tuvo que abandonar su vivienda y subir con los cuatro hijos a una caseta de adobe en la ladera pelada del Cerro Rico, a 4.300 metros, junto a la bocamina. La caseta es un refugio de seis metros por dos y medio, un cuartucho lóbrego, sin ventanas, cubierto por una chapa de cinc agujereada. Los vendavales del Cerro silban en las rendijas de las paredes, apenas tapadas por cartones y plásticos. Las goteras suelen embarrar el suelo de tierra, donde se aprietan los sacos con la ropa de la familia, una mesita con una cocina de gas y la cama donde duermen Abigaíl, su hermano y su madre, menos apretados desde que los dos hermanos mayores emigraron a Porco y Oruro para buscarse la vida. En esta casa comen maíz hervido, papas y arroz. Y acarrean el agua potable desde una cisterna cercana. En eso están mejor que otras familias, todavía acostumbradas a usar las aguas cargadas de metales que fluyen por la ladera.

martes, 16 de febrero de 2010

La ‘Generación Ni-Ni’ no supone ni el 1,7% de la juventud española

http://www.elconfidencial.com/sociedad/suman-135000-jovenes-nini-juventud-generacion-20100216.html




Ni son tantos ni se les debería dar tanta importancia. La Generación Ni-Ni, españoles entre 16 y 29 años que ni estudian ni trabajan ni tienen intención de hacerlo, no supone ni el 1,7% del total de jóvenes del país. De los 7,8 millones de españoles en esa franja de edad, representan menos de 135.000. Los datos se obtienen con un simple análisis de la Encuesta de Población Activa (EPA) de 2008.
La EPA divide a los jóvenes en dos grupos: activos e inactivos. Cinco millones forman parte del primero, “todos aquellos que están ocupados o están buscando activamente empleo”.
El grupo de los inactivos lo conforman los 2,8 millones restantes.De ellos, 2.250.000 son estudiantes. ¿El resto? “Aquí están los 550.000 jóvenes que muchos medios de comunicación han concluido que ni estudian ni trabajan ni hacen nada de nada”, aseguran fuentes del Instituto de la Juventud. Pero el dato es erróneo. “¿Son 'Ni-Ni' los 340.000 jóvenes que la EPA reconoce que se dedican a las tareas del hogar? ¿Son jóvenes que no estudian ni trabajan porque no les da la gana los 75.000 menores de 29 años que sufre algún tipo de discapacidad?”.
Si los cálculos no fallan, como mucho, “como muchísimo”, los jóvenes que no estudian ni trabajan ni tienen ningún proyecto de vida son los 135.000 que la EPA encasilla en el apartado “otras situaciones”. Sin embargo, en el mismo paquete quedan incluidos los que “no contestan y los que se han cansado de buscar empleo porque están desanimados y creen que no van a encontrar nada”.
Rizando más el rizo, los únicos que no han dado ninguna razón de por qué no estudian ni trabajan son 20.000 adolescentes. Según las intuiciones de los expertos, estos son los verdaderos y únicos protagonistas de la Generación Ni-Ni. “Si estas cifras son correctas, sumaría el 0,26% del total de la juventud española”. En el hipotético caso de que se incluyeran también los jóvenes que alegan no trabajar ni estudiar “por motivos personales”, la generación alcanzaría los 60.000 adeptos, “el 0,77% del total”. En el peor de los escenarios posibles, los 135.000 jóvenes que están en “otras situaciones” sumarían el 1,7% de la juventud.
“Se han concentrado un cúmulo de circunstancias que provocan que los chavales tengan un sistema de valores morales pasivo, individualista y débil”. El sociólogo de la Universidad de Navarra Alejandro Navas echa la culpa a todos: padres, profesores y sistema educativo. “A todo ello hay que añadir una permisividad desbordada y una cultura del mínimo esfuerzo”, concluye Navas.
El noventa y pico por ciento restante también nació entre los 80 y los 90, pero no son una generación perdida. Muchos forman parte de laGeneración Sí-Sí, jóvenes que trabajan para pagarse los estudios y que, además, valoran el esfuerzo de sus padres, “las verdaderas víctimas de las hipotecas de hoy”, y están orgullosos del sacrificio que hicieron sus progenitores independientemente de la herencia que puedan o no dejarles. “Trabajar y estudiar a la vez crea personas maduras responsables que aprecian la cultura del esfuerzo y son ahorradores, porque saben lo que valen las cosas”, resume Navas.
Azahara se licenció en Económicas trabajando por las mañanas y estudiando de noche. Erasmus en Roma incluido. Tiene un Máster en Dirección de Pymes y ahora se plantea estudiar Derecho a distancia, porque un trabajo de diez horas como secretaria de una pequeña empresa no le permite acudir a diario a clase. Pero ha organizado eventos culturales en su pueblo. Y hace senderismo un domingo al mes con un grupo de amantes de la naturaleza. Y patina. Y lee. Y… Todo esto, con 24 años. Como la mayoría de sus amigos, no se emborracha todos los fines de semana y le interesa la política, la naturaleza y la sociedad que le rodea. “Nunca quise ser una carga excesiva para mi madre”. Su padre falleció a sus 12 años de edad. “Mi madre ha luchado mucho por mí”. Salió de su pueblo, Talavera de la Reina (Toledo), para aprender en Madrid lo que es la responsabilidad. La explotaron en trabajos duros y mal pagados. Ahora ni siquiera tiene la oportunidad de conseguir un trabajo “de lo mío, porque resulta que lo que no tengo es experiencia. ¿Cómo la voy a tener, si sólo ofertan prácticas sin pagar?”.
A Miguel (Alcañiz, 1985) sus padres le pagaron un módulo de grado superior de informática y, con 18 años recién cumplidos le invitaron a volar. Y voló. Siempre con el respaldo de su familia, eso sí, pero sin que lo mantuvieran. “He vivido en Zaragoza, Barcelona y Madrid. Trabajé casi siempre en bares, poniendo copas, y me di cuenta de que ésa no era la vida que yo quería llevar”. Así se matriculó en Informática. Pisando poco las clases, pero estudiando lo que puede. Y con unos compañeros, cuatro años menor que él, que no entienden el esfuerzo que le supone trabajar para costearse la carrera. “Lo que menos entienden es que me compense esta vida”. Trabaja en una empresa haciendo “chapuzas” en los ordenadores. También pone copas. “Ahora sólo viernes y sábados”. Para llegar a ser mileurista, por nada más.
Lucas es profesor de infantil. Desde hace dos años deambula por toda la Comunidad Valenciana encadenando una baja con otra. También compaginó trabajo con estudios y no se siente orgulloso de ello. No lo considera meritorio. “Trabajé para pagarme mis vicios”. Se refiere al esquí y a viajar, “un deporte y un ocio demasiado caro para que me lo paguen mis padres”. También sale por la noche y se lo pasa bien. Y no por ello tienen que etiquetarlo de irresponsable, alcohólico ni de holgazán. Lucas se ganaba un dinerito extra dando clases particulares. “¿Y sabes lo me encuentro? A chavales que sueñan con ser Cristiano Ronaldo o Belén Esteban. Y si no puede ser, pues entrar en la casa de Gran Hermano para hacerse famosos”.
Padres permisivos
Son niños de 8 a 12 años. Y no se siente para nada identificado ni con los más pequeños ni con sus padres. “Cuando yo era pequeño, mis padres jugaban conmigo; me contaban cuentos antes de irme a dormir; siempre fomentaban mis relaciones sociales; iban al colegio para hablar con mis profesores y a los cumpleaños de mis amigos para conocer a los demás padres”. Ahora los padres son más permisivos que se creen que los niños se educan en el colegio y listo, “y encima amenaza a los profesores y suplen las necesidades de sus hijos con bienes materiales”.
El sociólogo habla de fallos en el sistema educativo, el Gobierno y la familia. “Cuando hay un desplome en el sistema educativo y el fenómeno es complejo, muchos jóvenes devalúan la cultura del esfuerzo”. También tiene la culpa un componente ideológico. “En los años sesenta, en Europa se vivió un momento crítico: la revolución cultural. Se cuestionaba lo tradicional, primaba la ruptura… Los jóvenes de hoy en día no aspiran a cambiar nada y simplemente se quejan de lo que no tienen, pero no hacen nada por cambiar esta situación".
Azahara, Miguel, Lucas… Son jóvenes cansados de escuchar que su generación está malcriada y no quieren que los metan en el saco de que los jóvenes de hoy son unos ignorantes sin estudios que sólo valen para emborracharse. “Yo no sé de dónde sacan a esos personajillos que los llevan a un programa de televisión para reeducarse. Yo no conozco a nadie que se pase el día fumando porros y sin ningún proyecto de vida”, se queja Azahara. Lucas aprovecha para lanzar un dardo a los gobernantes: “Los políticos se quejan de la mala educación que tenemos los jóvenes de hoy en día… Y los que conseguimos sacarnos una carrera salimos a un mercado laboral en el que nos pagan un salario tan mísero que nos condena a vivir para siempre en casa de papá. ¿Nosotros sí nos merecemos este panorama laboral? ¡Ah! Y que no se olviden que nosotros pagamos y pagaremos las pensiones y jubilaciones de todos los que hoy escupen que sólo somos una panda de ineptos”.

viernes, 12 de febrero de 2010

12 febrero Día Internacional para acabar con la utilización de niños y niñas soldados





Con 12 años, María se vinculó a un grupo armado de Colombia y no encontró las fuerzas para salir hasta pasados cuatro años, cuando ya contaba con 16. El maltrato dentro de las familias, la falta de oportunidades o el abandono del Gobierno a los sectores rurales más desfavorecidos, son algunas de las causas que motivan la entrada en las guerrillas, según señala María.
La vida dentro de estos grupos es muy dura. "No existen limitaciones, niños, niñas, mujeres y hombres adoptan casi los mismos roles. A las mujeres sólo se las distingue por el hecho de parir hijos, no las valoran como tal, sino como objetos".
Ella es afortunada. Según comenta, "sólo un 20% de quienes tratan de desmovilizarse consigue escapar con vida". En la actualidad colabora con la Fundación Benposta, que realiza programas de reconocimiento y defensa de derechos fundamentales para niños y niñas. Dentro de esta organización, María participa en un proyecto sobre construcción de identidad de género con niñas y mujeres jóvenes afectadas por el conflicto armado colombiano. "Cada una de las compañeras ha llegado a la organización con una experiencia diferente, existen chicas que han sufrido violaciones de varias personas, hay otras que tuvieron su pareja estable como también hay otras que fueron obligadas a abortar y sufren traumas... nosotros procuramos que la terapia sea lo más adecuada a cada caso".

En su visita a España, María ha subrayado la necesidad de que el mundo conozca "la importancia de apoyar a instituciones como la Coalición Contra la Vinculación de niños, niñas y jóvenes al conflicto armado en Colombia porque hay que ponerle un alto a este gran problema que, aún después de tanto tiempo, el gobierno colombiano desconoce o, más bien, conoce y no hace frente". "Un niño, cuando es pequeño, cree que la máxima autoridad es la guerrilla, pero, a esa edad, no debería estar empuñando un fusil, sino un cuaderno para ir a estudiar, un libro o un juguete", concluye María.

martes, 9 de febrero de 2010

" LOS MENORES EXTRANJEROS NO ACOMPAÑADOS ANTE LA ADMINISTRACIÓN"


PONENCIA: " LOS MENORES EXTRANJEROS NO ACOMPAÑADOS ANTE LA ADMINISTRACIÓN" a cargo de D. Juan Ignacio de la Mata, abogado especialista en la materia.
 
Lugar: Teatro Principal ( Sala Polisón)
Día :  Martes, 16 de Febrero
Hora: 20:00 horas.



EXPOSICIÓN FOTOGRÁFICA: " CONVIVIR PARA CONSTRUIR JUNT@S EL FUTURO"


Lugar: Consulado del Mar (Espolón)
Fechas: del 10 al 23 de Febrero ( el horario está en el adjunto de la tarjeta)





miércoles, 3 de febrero de 2010

UNA DE COMPAÑERISMO Y RESPONSABILIDAD

    Por las vueltas que da la vida, el otro día asistí a una reunión de personas católicas, y practicantes diría yo. Era la Pastoral Obrera que se juntan una vez al año.

      Allí  se habló de la crisis y cómo está afectando a los trabajadores, no sólo económicamente, también en la actitud personal. Es muy común que, por miedo a perder el trabajo, precario en muchas ocasiones, se alarguen las jornadas laborales, disminuyendo el tiempo que pueden dedicar a la familia o al ocio. Tampoco es extraño que se trabaje en pésimas condiciones de seguridad y salud, con la tensión que ello genera. Mala mezcla. 
      Hasta aquí, nada nuevo. Pero llegó el momento en que alguno de los asistentes contaba sus experiencias y...¡sorpresa! una de esas personas era un antiguo vecino mío, al que no veía desde que cambiamos de vivienda.
      Cuando se presentó, me enteré de dónde vivía ahora y de cómo estaba afrontando esta crisis. 
      Nos habló de que, tras bastante tiempo de dudas, había decidido hacerse empresario. El contaba con los cuatro trabajadores, que hasta ese momento habían sido sus compañeros, y cómo intentaba que lo de ser el dueño de la empresa se limitase sólo a “los papeles” sin que interfiriera en la excelente relación que habían mantenido siempre.
      También nos dijo que coincidió con un asunto muy delicado y de cómo, a pesar del futuro incierto que se les podía plantear, los compañeros/trabajadores decidieron quedarse con él, a pesar de ser un momento en el que había mucho trabajo en su sector y podían marcharse a otra empresa, incluso cobrando más. De ese trance salieron bien. 
      Y llegó la crisis. Poco trabajo, impagos, incertidumbres, miedos, noches sin dormir... 
      Esta persona reunió a sus compañeros/trabajadores y les dijo cuáles eran sus intenciones. La primera, y más importante, era que no tenía intención de despedir a ninguno; si antes ellos habían apostado por continuar en la empresa, junto a él, ahora consideraba que debía pagarlos A TODOS con la misma moneda. EL TRABAJO QUE HUBIESE SE LO IBAN A REPARTIR y con el tiempo que sobrase iban a formarse y a acondicionar el local que tenían. 
      Su objetivo era ir sobreviviendo seis meses, luego otros seis... y así  han llegado hasta hoy. Sabiendo que la situación no es nada fácil, pero con la tranquilidad que da saber que no son simples “números” y con la enorme satisfacción de haber enriquecido sobremanera el compañerismo entre ellos.
      Seguramente habrá más personas (empresarios) que hayan hecho lo mismo. Lamentablemente estas experiencias no suelen salir en los medios, no entiendo muy bien por qué. 
      Por eso, cuando terminó, pensé que esta lección de coherencia y compañerismo tenía que conocerse. Y me he puesto a escribir, para intentar reflejar lo mejor posible, el impacto que me causó su forma de hacer. 
     Puede que alguno piense que esto no son más que cosas de beatos. No estoy de acuerdo. Más vale que los que se llaman empresarios dejen de mirarse el ombligo y pensar sólo en ganancias y dividendos. No justifiquemos con argumentos banales la falta de humanidad, su falta de  responsabilidad social ni tampoco nuestros temores de salir a la palestra por miedo.
     Jesús-Lorenzo de la Fuente.

lunes, 1 de febrero de 2010

La verdad sobre el sistema penal español


La verdad sobre el sistema penal español
"Las presiones sociales y mediáticas están contribuyendo a conformar una opinión pública errónea en torno a la criminalidad y a la seguridad ciudadana en nuestro país". Así lo afirma un denominado grupo “Otro derecho penal es posible”, formado por fiscales, magistrados, abogados y catedráticos de Derecho. Este grupo ha elaborado un documento bajo el título "Desenmascarando mitos que sostienen el sistema penal. Instrumento de pedagogía para la cultura jurídica al alcance de todos", en el que niegan que en España exista un problema especialmente grave de inseguridad, "ya que la tasa de criminalidad es menor que la media de los países europeos".
Al hilo de 'carreras delictivas', como la del 'Rafita', especialmente sensibles en el entramado social, el documento elaborado por este grupo de juristas pone en cuestión la idea que se está conformando en la sociedad sobre que tenemos una legislación penal supuestamente en exceso benevolente que, además, permitiría que las penas no llegaran a cumplirse en su integridad.


El documento, al que Diariocrítico ha tenido acceso, señala al respecto que "no puede decirse que en España exista un problema especialmente grave de inseguridad, ya que la tasa de criminalidad es menor que la media de los países europeos". A falta de datos del 2009 -el Ministerio del Interior lo facilita a cuentagotas- en el año 2008 la tasa de delitos por cada 1.000 habitantes fue en España de 46,7. Por el contrario, la media Europea se sitúa en el 70,4. Y otros países de nuestro entorno, con sistemas policiales y penales percibidos por la población como más duros duplican la nuestra o son notoriamente más elevados: por ejemplo, Gran Bretaña, con 101,6, o Alemania, con un 76,3 (por encima de la media).


Para elaboración de este informe, el grupo de juristas se ha basado, entre otras fuentes, en el Boletín Criminológico del Instituto Andaluz Interuniversitario de Criminología (nº 116, de septiembre-octubre 2009), para el que la delincuencia en España presenta una línea "globalmente descendente desde hace 20 años, lo cual se contradice totalmente con la percepción de la sociedad, las iniciativas legislativas y el incremento punitivo". Es decir, que el 88,8 % de la población cree que la delincuencia ha aumentado mucho o bastante, lo cual no se conforma con los datos que muestran una disminución.


El grupo sostiene, por tanto, que la visión distorsionada del volumen de la delincuencia puede deberse a la reiterada información de hechos delictivos que los ciudadanos reciben a través de los medios de comunicación, "más que el hecho de haber sido ellos o personas cercanas víctimas de un delito”.


Mayor número de presos


Sin embargo, el grupo reconoce, a la inversa, que España tiene uno de los porcentajes de presos más altos de Europa, habiéndose llegado a cuadruplicar su población penitenciaria en el período 1980-2009 (en menos de 30 años). En algo menos de 30 años, hemos pasado de tener una población reclusa de 18.583 personas en 1980 a 76.771 personas presas en noviembre de 2009. En menos de tres décadas se ha multiplicado por cuatro (404 %) la población encarcelada, mientras el conjunto del país ha pasado de tener 37,4 millones de habitantes a contar con 45,9 millones en la actualidad, apenas un 22 % de incremento poblacional.


Sostiene el documento de referencia que desde el año 1990 (en menos de veinte años) la población penitenciaria ha pasado de 33.035 a 76.771 personas (43.736 más; un 133 %). Y que en los últimos 9 años se ha producido el gran salto: hemos pasado de 45.309 personas a la actual población encarcelada (un incremento de 31.462 personas más privadas de libertad; un 70 % más), lo cual significa 3.500 personas más al año en la cárcel.


Según estos datos, las cárceles españolas cerraron el año 2009 con 76.090 personas presas, lo que con respecto al año anterior supone un incremento del 3,3 %, el segundo menor de la década. Hay que remontarse a 2005 para encontrar una subida más moderada, el 2,6 %. Las celdas de los centros penitenciarios acogían a finales de diciembre a 60.278 reclusos con condena (un 7,6 % más en el año anterior) y 15.812 preventivos. Estos últimos, los que esperan en prisión un juicio o una sentencia, descendieron un 10,2 %; después de una década en la que el incremento del número de preventivos osciló entre el 3,2% (en 2005) y el 14,4% (en 2002).



En definitiva, la población reclusa no ha parado de crecer en la última década, aunque de forma desigual: el aumento mínimo se registró en 2005 (2,6 %) y el máximo, en 2008, cuando comienza la crisis económica, con una subida del 9,6 %. Desde la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias se explica que los incrementos que se han venido produciendo son fruto de las sucesivas reformas legales, ya que el Código Penal de 1995 eliminó la redención de penas, con lo que la condena efectiva a cumplir se ampliaba.


A más de más, en 2003 se produjo la tipificación de más delitos y se dificultó el acceso al tercer grado. Y después llegó el endurecimiento de las penas por maltrato y por delitos al volante. La saturación de las cárceles es una constante en España, el país de la Unión Europea con una mayor tasa de reclusos (157) por cada 100.000 habitantes. El hacinamiento en los penales se transmite de generación en generación.


Aumento de presos sin aumento de delitos


Lo más sorprendente del informe del grupo "Otro derecho penal es posible" es que la población penitenciaria española va aumentando exponencialmente "sin responder a un incremento de los delitos". Es una paradoja, pero el grupo de juristas lo explica porque "se recurre cada vez más a la cárcel como respuesta a la criminalidad, en detrimento de otras penas y alternativas menos agresivas, y recurriendo constantemente al agravamiento de las penas".


También lo explican en el hecho de que la pena de prisión sigue endureciéndose "hasta haber llegado a alcanzar una duración mayor que en otros ordenamientos; aparte de estar asistiendo a una continua creación de nuevas figuras delictivas castigadas con esta pena".


Y, además, en tercer lugar, porque con el Código Penal vigente de 1995, al haber desaparecido la redención de penas por el trabajo, sin haber disminuido la pena nominal prevista en el Código, y al haberse establecido requisitos limitativos para la clasificación en tercer grado y la obtención de la libertad condicional, los presos, en gran parte –aproximadamente el 80 %-, cumplen íntegramente sus condenas dentro de prisión.


No a la cadena perpetua


Entre los mitos que 'desenmascara' este grupo de juristas se encuentran dos muy de moda socialmente: el primero, el de “la condena a prisión perpetua no existe en España: implántese”, y el segundo, la versión contraria: “Existen de hecho condenas a prisión perpetua en el Estado español y, en algunos casos, por la imposibilidad de su revisión, es más estricta que otros Estados que sí la tienen en sus Códigos”.


Respecto a la primera petición, la de implantar la cadena perpetua, el grupo afirma taxativamente que "nos oponemos abiertamente a esta posibilidad por atentar contra el valor constitucional de la dignidad humana", pero señalan que "lamentablemente, esta realidad ya existe de hecho en nuestro ordenamiento jurídico. En las cárceles españolas viven en torno a 345 personas (sin contar con las condenadas por delitos de terrorismo) que cumplen condenas superiores a los 30 años".


Señalan que es notorio que las condenas tienen unos límites máximos –triple de la pena mayor, 20, 25, 30 o 40 años, según el art. 76 CP–. Pero se incurre en un error, en el que caen incluso profesionales del Derecho, por el desconocimiento de que para establecer esos límites máximos de condena es necesario que los delitos debieran haberse podido enjuiciar en un único proceso. Dicho en términos más comprensibles, si una persona delinque después de que con anterioridad haya sido sentenciada por otro delito, las penas se suman y no se limitan temporalmente, teniendo que cumplir todas las penas, aunque supere los límites anteriormente reseñados.


Otros 'mitos' que el grupo intenta desenmascarar están referidos al presupuesto de que “el perfil medio del preso es de alta peligrosidad”, o a que “los presos, en su mayoría, no están en prisión por cometer delitos graves ni violentos”.






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[El documento ha sido elaborado por: Julián Ríos (Profesor de Derecho Penal en la Universidad P. Comillas (ICADE), Xabier Etxebarria (Profesor de Derecho Penal en la Universidad de Deusto y Abogado), José Luis Segovia (Profesor de Ética Política en la Universidad P. Salamanca), Manuel Gallego (Profesor de Derecho Penal en la Universidad P. Comillas (ICADE), Lorena Ruiz-Huerta (Abogada y Profesora de Derecho Penitenciario en la Universidad Carlos III), Pedro José Cabrera (Profesor de Sociología en la Universidad P. Comillas), Manuela Carmena (Magistrada en la Audiencia Provincial de Madrid), Margarita Martínez (Catedrática de Derecho Penal en la Universidad Complutense de Madrid), Antonio Del Moral (Fiscal del Tribunal Supremo), Ángel Luis Ortiz (Magistrado en el Juzgado de Vigilancia Penitenciaria núm. 1 de Madrid), Félix Pantoja (Fiscal en el Tribunal Supremo), Pablo Ruz (Magistrado en el Juzgado de Instrucción núm. 5 de Villalba), Concepción Sáez (Secretaria Judicial), Ramón Sáez (Magistrado en la Audiencia Nacional), Eduardo Santos (Profesor de Derecho Penal en la Universidad Pública de Navarra y Abogado), Santiago Torres (Magistrado en el Juzgado de Instrucción 32 de Madrid), José Miguel Sánchez (Letrado del Tribunal Constitucional) y Eloy Virseda (Trabajador Social). Más información sobre la Plataforma y las campañas en www.otroderechopenal.aldeasocial.org].